facebook youtube

Simiatug en Revistas y Periódicos

Simiatug en DINERS

septiembre 2013, No 376, www.revistamundodiners.com
por Galo Vallejos E., foto de Patrick Escudero, pág. 50-53

Simiatug en la Revista FAMILIA

EL COMERCIO /Familia / viernes, 28 de junio de 2013
http://www.revistafamilia.ec/index.php/articulos-portada/4988-simiatug-mujeres-en-la-boca-del-lobo

Por: Natalia Rivas

SIMIATUG: MUJERES EN LA BOCA DEL LOBO

En un rincón de Bolívar, las mujeres se organizan y muestran lo mejor de su cultura a través de sus artesanías.

 

 

En aquella tarde soleada de junio se reunieron a cantar. Se olvidaron de los problemas cotidianos, buscaron una guitarra y entonaron una canción emblemática. Una de ellas aprovechó para escribir la letra, así no existiría lugar para la equivocación. Los acordes y las graves voces no lograron aplacar el significado de las palabras que resumían años de lucha: "Aunque nos quieran hacer callar, el pensamiento no han de quitar".

La frase las acompaña en sus largos trayectos por los caminos empedrados y polvorientos, los únicos senderos que las conducen hasta el centro de Simiatug (término quichua para Boca de Lobo). Se trata de una parroquia alojada a las espaldas del Chimborazo, a una hora de Guaranda, en la provincia de Bolívar.

En este lugar, donde la señal de televisión es débil y la pavimentación es un proyecto pospuesto, la gente vive feliz. Juana Chimborazo -su apellido es el mismo que el de la montaña más alta del Ecuador- tiene siempre la sonrisa dibujada en su rostro. Las dos horas y media que tiene que caminar desde su casa, en la comunidad de Salaleo, hasta el edificio de la Asociación Simiatug Samai, no logran borrársela.

Ella, menuda y de cabellera negra, es la actual presidenta de la organización, pero ha sido una de las mujeres más participativas desde que empezó la ola de cambios. Sucedió en 1979. Cornelia Kammermann, una voluntaria suiza, y el padre Sandro Chiecca emprendieron un trabajo pastoral orientado al desarrollo integral de la región. Juana se acomoda su chalina roja antes de hacer un ejercicio de memoria y retroceder en el tiempo.

Recuerda que Cornelia iba a empezar los talleres en Guaranda. Al conversar con los 'animadores', como les llamaban a los hombres que se sumaban a la iniciativa, les preguntó si querían aprender a pintar o a bordar en liencillos. La mayoría exigió el bordado. Y los jóvenes colegiales de Simiatug estuvieron de acuerdo con decorar los asientos de madera con paisajes y elaborar juegos didácticos para las escuelas y jardines infantiles.

No solo aprendieron a retratar su realidad, les enseñaron además a elaborar collares para sus mujeres. Una vez que se ganó la confianza de sus pupilos, les insistió para que dejaran participar a sus esposas. Aquella reunión, la primera de todas, fue reveladora para Juana, ahora madre de siete hijas y leal compañera por 30 años.

"La Cornelia nos preguntó cuáles eran nuestros sueños", recuerda Juana. "Nosotras éramos tímidas. Pero nuestro deseo era tener espacio y un emprendimiento para mantener nuestro hogar".

ARTE NATURAL

Cleotilde Poaquiza sujeta con firmeza la paja de páramo. Con una aguja y cabuya forma el corazón de una canasta en menos de cinco minutos. Lo hace con la mayor naturalidad, mientras comenta que es la coordinadora de Atr Rayo Uksha, un grupo de cinco mujeres que se dedica a la misma actividad. Juntas fabrican vasijas y tazas de fibras naturales que suelen recoger en las orillas de los ríos.

Cleotilde tiene cuatro hijos. Su esposo la abandonó y ella se quedó a cargo de su hogar. Fabricar los 'souvenirs' le permitió a subsistir. Su padre, Segundo Manuel Poaquiza, la ayuda a cuidar su hogar, sus vaquitas, los sembríos de papa y sus dos mascotas: Peluche y Boby. Ahora colabora incluso con la construcción de una pequeña casa, que servirá de refugio para quienes elijan Rayopamba (la tierra de los rayos),una de las 40 comunidades indígenas que se asientan en Simiatug.

Rodrigo Bastidas, el presidente del Comité de Desarrollo Integral Cielo en la Tierra, llega a dejar los materiales y a supervisar la obra. Los habitantes hacen minga para la construcción. Bajo este sistema se levantaron escuelas, jardines y capillas.

La comida -papas con quesillo y curtido de cebolla- no es lo único que tienen para ofrecer a los visitantes. En uno de los montes cercanos se alcanzan a vislumbrar los tambos, que eran albergues o centros de acopio donde los incas guardaban alimentos, leña y otros elementos de supervivencia. Estas estructuras se utilizaron como centros de adoración.

Caminando, a 10 minutos de Rayopamba, se encuentra otra de las distracciones, la piedra larga. Allí planean hacer un parque, el cual conservará las cualidades del paisaje: montañas, camas de nube y conejos que se esconden entre los pajonales dorados. Los más arriesgados podrán escalar la roca y sentir que pueden tocar el cielo con las manos. Cleotilde quisiera tener la quena que le fabricó su padre con una manguera, para animar el ambiente, para acompañar el fuerte silbido del viento.

UNA CUEVA POR SANTUARIO

En el Tingo viven 63 familias, 350 habitantes. La mayoría son niños. Esta comunidad no fue igual después de 1984, cuando alguien descubrió la Virgen de Pachacama. En aquel tiempo, los pinos no existían. Esa fue una iniciativa del Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio, para aumentar la producción de madera. La siembra de estos árboles absorbió los ojos de agua que había en la región. Antes de que esto sucediera, solo había una montaña con arbustos, chuquiraguas y paja. Vicente Ayme, profesor de la Escuela Vicente Ramón Roca, cuenta que en una de las excursiones con estudiantes, uno de los niños descubrió en la cueva húmeda un montón de alimentos. Después la figura de una Virgen tallada en piedra. Nadie la esculpió, solo apareció. Desde entonces, el lugar es sagrado. Existen varios testimonios de personas que se han curado de sus dolores al subir al santuario. Las mujeres en este lugar se dedican al tejido y a la panadería.

ORGANIZACIÓN Y SOLIDARIDAD

En Cascarillas, las mujeres bordan en sus tiempos libres. Lo hacen en un pedazo de tela, con hilos de colores. Primero dibujan lo que ven a su alrededor: plantaciones, la vestimenta, llamas, perros, zanahorias, papas, cebada... A través de sus bordados dan a conocer su cultura, su entorno. María Rosa Azogue Chimbo es la presidenta de la asociación de mujeres de este lugar.

Su esposo, Segundo Holger Yanchaliquín, es el secretario y quien le enseñó a bordar. Para ellos es importante que se valore su trabajo. Cada liencillo que elaboran puede costar seis dólares. Todo dependerá del tamaño. Al año, pueden entregar entre 25 y 30 de estos trabajos. Lo mismo sucede en Salaleo. La diferencia es que en esta comunidad empezaron a experimentar con abrigos tejidos a mano.

Simiatug Samai es el centro de acopio de todo lo que hacen las mujeres en sus comunidades. Aquí llegan también productos cárnicos y alimenticios. El conjunto de artesanías de las mujeres que viven en la 'Boca de Lobo' no solo se exporta sino que ha ganado reconocimientos y ahora ocupará parte de una importante galería. En sus productos se despliegan el pensamiento y el corazón de las hábiles artesanas.

 

 

 

 

Simiatug en EL COMERCIO

Galo Paguay, ´EL COMERCIO´, 22 de julio 2012

25 familias tejen con la cabuya sus sueños en Padrehuasi
 

La comunidad Padrehuasi parece haberse detenido en el tiempo. Sus casas, en su mayoría, son de madera. Aparecen en el filo de las montañas verdes, a 2 500 metros de altitud en la parroquia Corazón del cantón Pangua (Cotopaxi). En este reducto de la cordillera, las 25 familias viven de la elaboración de artículos con la fibra de la cabuya, que cultivan allí. Manola Aguaisa se levanta a las 05:30. Empieza sus labores preparando el desayuno para su hija Marcia, quien irá a la escuela. Prepara un desayuno compuesto por un plato de arroz, acompañado de col y zanahoria. Después de las 08:00 empieza sus labores en el campo. Camina por los linderos de varios vecinos para recoger la cabuya. La fibra de esta planta se convierte en hilo con el que elabora shigras, saco, zapatos, bolso o tapiz.

Corta los pencos de cabuya: ese día son 50, que procesará en la fábrica. El desfibrado de cada uno es labor de los hombres. Después se los lava y tiende para secarlos al sol, demora máximo tres días. Luego, van a la máquina golpeadora, de encerado, hortelana y se convierte en un hilo. En Padre Huasi existen 3 500 plantas de cabuya que sirven para el trabajo de las 25 familias. José Mazabanda explica que cultivan dos tipos de cabuya y la diferencia es que una tiene espino y otra no. Las familias venden sus artículos solo bajo pedido. Padre Huasi formó el Comité Integral Nueva Esperanza y compró telares y equipos que se dejaron de usar en Atuntaqui. En esa ciudad imbabureña la industria textil cambió los aparatos de madera por nueva tecnología.

 

Rayopamba en EL COMERCIO

Rayopampa, julio 2012, por Galo Paguay

Tingo en EL COMERCIO

Redacción Sierra Centro, por Édison Serrano,

Simiatug en UTOPÍA

abril 2012, por Alejandro Pérez

Simiatug en NOTICIAS, de Fund. para los Indígenas del Ecuador

 

SIMIATUG en EL COMERCIO, 19 de marzo 2015

400 mujeres de Simiatug fomentan las artesanías

en la comunidad Rayopamba, un grupo de mujeres teje adornos decorativos para el hogar. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio.


de Modesto Moreta 18 de marzo de 2015

En sus tejidos muestran las plantaciones de trigo, maíz, cebada, la vestimenta, llamas, la minga, el casamiento... que retratan la vida cotidiana de las mujeres indígenas de Simiatug. La elaboración de artesanías, es uno de los cuatro proyectos productivos que se desarrollan en esta pintoresca parroquia de la provincia de Bolívar, poblada por 12 000 habitantes repartidos en 21 comunidades. Eso ayuda en la economía a 400 familias de escasos recursos.

En el 2008, este grupo se organizó y capacitó en la confección en bordados de hilo y en la elaboración de utensilios con la paja de páramo. Se hacen paneras, individuales y canastas. Además, funciona una fábrica donde se producen infusiones con plantas medicinales. El plan es impulsado por la Fundación Suiza La Rosa. Con el desarrollo de estas actividades, las amas de casa obtienen ingresos económicos que les ayuda a financiar parte de los gastos en el hogar. Juana Chimborazo es una de las promotoras y fundadora de la Asociación de Mujeres Productoras Simiatug Samai. Cuenta que los negocios son impulsados por Cornelia Kammermann, una voluntaria suiza que llegó al país hace 35 años, y el Padre Sandro Chiecca emprendieron una labor social en las comunidades.

El trabajo consistió en fomentar la creación de los pequeños huertos familiares para la producción de legumbres, hortaliza y hierbas aromáticas. También, en el bordado con hilo de lana con temas culturales como la minga, la familia, los paisajes, la vida cotidiana de la gente en la cosecha, en la siembra y todo lo que puede crear su pensamiento. También se dedican al comercio de los granos y la crianza de los animales menores. Por ejemplo, el proyecto de los bordados, con figuras indígenas, reúne cada semana a 120 mujeres de la localidad que llegan para vender sus trabajos en el Centro Artesanal de Simiatug Samai. Este sitio, que funciona en la Casa ´Simiatug Samai´, es la galería donde se exhiben sus obras.

Luz Chulco, de 40 años, es una experta en la elaboración de esas manualidades. Ella plasmó el paisaje de su comunidad Chihue, localizada a dos horas de camino. Se tardó 15 días en confeccionar y por su trabajo recibió USD 12. Los azules, verdes, rojos, amarillos, rosados y más llenan de colorido sus creaciones que son apreciadas por los visitantes extranjeros. Además, Chulco obtuvo ingresos por dos borregos que vendió en la feria de animales. “En los tiempos libres trabajamos en el bordado, más nos dedicamos a la crianza de los animales y la siembra de hierbas aromáticas y granos que los vendemos a los proyectos. Con el dinero compro arroz, pan, aceite para la familia”. Cornelia Kammermann, directora de los proyectos, asegura que en el centro de acopio los bordados se transforman en bolsos, mochilas, carteras, recuerdos, agendas y más. Todos son con un contenido indígena. Luego es comercializado a los 100 turistas que visitan Simiatug, cada mes. “Ha mejorado sus ingresos, pero aún falta apoyo de las autoridades”.

Cada miércoles, este poblado de calles de tierra, de casas de bahareque, madera y techo de teja adquiere un inusual movimiento comercial. Decenas de personas vistiendo anacos, rebozos, blusas blancas, sombreros y ponchos rojos llegan a la feria de la parroquia, ubicada a tres horas de Guaranda y dos desde Ambato. Se arriba por una vía estrecha y serpenteante de tierra desde Tungurahua. ?

Los indígenas de las comunidades llegan para comercializar sus productos, como maíz, cebada, trigo, legumbres, hortalizas y animales domésticos. Parte de la carga de las legumbres y hierbas aromáticas, vende en la procesadora de plantas medicinales. La fábrica compra marco, hierbaluisa, toronjil, chilca, manzanilla y otros. Estas se producen en las pequeñas granjas agrícolas de sus comunidades. A la semana, en la planta se procesan 300 kilos de plantas para infusiones aromáticas y condimentos elaborados a base a legumbres y hortalizas. Estos se distribuyen a Quito, Simiatug y Ambato. Juana Chimborazo sube todas las semanas de Salaleo, a dos horas y media de Simiatug, a dejar sus hierbas. Le pagan USD 0,30 por cada kilo de plantas frescas. Con los USD 12 que recibió y de la venta de trigo en el mercado adquirirá las compras de la semana. La mayoría de las transacciones se hacen en kichwa.

A 20 minutos de Simiatug está la comunidad de Rayopamba. Un grupo de mujeres del sector se dedica a confeccionar canastos de paja de páramo. Con una aguja e hilo de cabuya van uniendo simétricamente las espigas. Cleotilde Poaquiza es la Presidenta de la Asociación integrada por ocho mujeres. Tiene experiencia en este trabajo que aprendió hace tres años en Salinas de Guaranda. Ella sujeta con firmeza la paja para fabricar canastas, individuales, paneras y otros productos. La materia prima la consiguen en los riachuelos de los páramos. María Toapanta es beneficiaria del Programa. De lo que vende recibe USD 40 cada 15 días, “Eso nos ayuda para mantener a nuestra familia, pero necesitamos más apoyo”.

Las mujeres indígenas de Simiatug, en Bolívar, se organizaron para sacar adelante cuatro emprendimientos en bordados, elaboración de infusiones y objetos con paja de páramo. Los ingresos que obtienen ayudan a financiar los gastos de la familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

contactos

Cleotilda Poaquiza, 03-3033 556 / losandes.rayopamba@gmail.com / simiatugsamai.simiatug@gmail.com

 

 

el video, FIESTA DE INTEGRACIÓN DE LOS ESTUDIANTES DEL CENTRO DE APOYO-UPS, Simiatug: http://youtu.be/vBmxA6w7juI

 

contactos

Julio Mazabanda, 099-1467 697 /  http://tsawarmaki.padrehuasi@gmail.com / http://juliocesarmazabanda@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

contactos

Hugo Ayme, 098-6240 936 / turcomtingo.bolivar@gmail.com

 

 

 

 

Simiatug
 
Bolívar
 
Ecuador